La feria taurina se saldó con las puertas grandes de Julio Benítez, Ferrera y Tejela

La feria taurina se saldó con las puertas grandes de Julio Benítez, Ferrera y Tejela

La feria taurina del año 2007 en Manzanares se saldó con las puertas grandes de Julio Benítez “El Cordobés hijo” el sábado 21, y de Antonio Ferrera y Matías Tejela el domingo 22. El primer festejo levantó enorme expectación pero quedó deslucido por el ganado. El verdadero “espectáculo” lo dio El Cordobés padre, desde el callejón. En el segundo, con mejores toros, Ferrera estuvo espectacular en banderillas.

Fiestas
26-07-2007

La plaza de toros de Manzanares rozó el lleno en la tarde del sábado para ver a Finito de Córdoba, que sustituía al lesionado Fandi, Cayetano y Julio Benítez. El balance final del festejo, a pesar de la puerta grande de “El Cordobés hijo”, fue malo en líneas generales ante la falta de la principal materia prima: el toro. Al menos la presidencia mantuvo el tipo y, a pesar de ser muy criticada, evitó el reparto de trofeos a diestro y siniestro al que se acostumbra en plazas de tercera.

Sería injusto no destacar varias tandas de Finito de Córdoba a su primero, de Román Sorando, hierro distinto al resto del pésimo encierro de Juan Valenzuela. Dentro de lo malo, el toro fue de menos a más y el diestro, con veteranía y oficio, pudo bajar la mano por ambos pitones. Mató bien y cortó una de las orejas de ley de esta feria. Con el cuarto no hubo más opción que coger el acero y matarlo cuanto antes.

Cayetano Rivera no debutó con éxito en Manzanares. Su lote, con hechuras de novillos, fue el peor. A su primero no le pudo bajar la mano porque doblaba. Lo llevó por alto de forma suave y sin cadencia alguna. Tras dos pinchazos y un aviso mató de estocada casi entera y se disculpó con el público. Con el quinto estuvo algo mejor en el primer tercio y con la muleta se intentó centrar entre el vergonzoso bullicio de quienes pagan una entrada en sol para emborracharse y estropear el espectáculo a los demás. Y de los dichosos megáfonos mejor no hablar.

Julio Benítez recibió de larga cambiada al tercero, el menos malo y el más pequeño de los de Valenzuela. El astado se quedó sin fuelle tras unos buenos pases en los medios. Con alardes llegó a la suerte suprema, en la que mató con media estocada ladeada a pesar de la cual el público pidió con fuerza la oreja ante la negativa del palco. En el que cerró plaza, El Cordobés se fajó con el toro en tablas ante el poco juego que daba. Con toreo de rodillas y desplantes se ganó de nuevo al público, ávido de un triunfador para una tarde tan insulsa. Y esta vez sí tuvo trofeos, dos, que le abrieron la puerta grande hacia la Avenida de Andalucía y que le valieron los abrazos y besos de su orgulloso padre, Manuel Benítez.

Entre los espectadores de excepción que tuvo esta corrida estuvieron los toreros Antonio Ferrera y Morante de la Puebla, los apoderados Curro Vázquez y Raúl Gracia “El Tato”, y el periodista Pedro Piqueras.

Como muchos aficionados vaticinaban, la del domingo fue mejor corrida. La pena es que apenas hubo un cuarto del aforo para un festejo que retransmitieron en directo CMT y Telemadrid. Lo positivo es que los toros de Martín Lorca tuvieron mejor presentación y que quienes metieron el follón el día anterior estaban durmiendo la resaca y no fueron a los toros.

Como es habitual en él, Antonio Ferrera dio la cara y estuvo espléndido en banderillas, aun teniendo aún frescas sus heridas de primeros de mes. Al primero lo cuidó y lo llevó por alto. Fue una faena larga por los dos pitones que concluyó de estocada entera algo desprendida y por la que consiguió una oreja. Hubo fuerte petición de la segunda. Como no se concedió, el público obligó al torero a dar una segunda vuelta al ruedo. Con el cuarto, el extremeño levantó la mayor ovación de la feria al poner cuatro pares de banderillas, a cual más espectacular. El toro fue a menos y la faena quedó en algún que otro pase dedicado al tendido, con tandas finales jaleadas por el público, que perdonó a Ferrera el pinchazo previo a la estocada que pasaportó a su enemigo y le concedió una oreja que el palco presidencial autorizó. Puerta grande asegurada.

Antón Cortés estuvo artista con la derecha en el segundo de la tarde, que tenía menos recorrido al natural. Con la espada deslució la faena, que el puntillero se encargó de hacer olvidar. Fue ovacionado y saludó desde el tercio. Al quinto lo capeó bien, pero se lesionó en su encuentro con el caballo y el de Martín Lorca fue devuelto a los corrales con castigo previo de los cabestros. Con el quinto bis, Cortés no tuvo material de lucimiento y volvió a fallar con el acero. Silencio.

Matías Tejela fue el que mejor toreo desplegó de los tres debutantes, sobretodo con el sexto. En su primero estuvo curioso con la mano izquierda. Hubo manoletinas antes de una buena estocada y de que se le reconociera su entrega con una oreja. El segundo de su lote tuvo menos continuidad de inicio, pero Tejela la arrancó las mejores tandas de muletazos, si bien no las pudo rematar por la poza fuerza del animal. Estocada entera tras un pinchazo y otra oreja para acompañar a hombros a Ferrera.

A favor de la presidenta

Pilar García-Pozuelo, reconocida aficionada local, debutó en el palco presidencial y no pasó desapercibida. Con la misma personalidad y carácter que horas antes echó para atrás dos toros que no reunían las condiciones mínimas de lidia, negó trofeos a quienes entendió que no merecían más, aunque con ello se ganara dos impresionantes broncas, la primera el sábado al no atender la petición mayoritaria de oreja para el primer toro de “El Cordobés”, y la segunda el domingo al no dar el segundo apéndice al primero de la tarde, lidiado por Antonio Ferrera.

¿Hubiera cambiado la opinión de público y aficionados sobre las corridas de esta feria de haber dado esas orejas? No. De hecho hubo tres puertas grandes y siete orejas cortadas pero nula sensación de triunfos. El resultado habría sido igual de mediocre y algunos diestros se hubieran marchado con más trofeos, que también valen para el escalafón, y la impresión de conseguirlos con la ley del mínimo esfuerzo, habitual en plazas de tercera. Al menos la presidenta les dejó claro a los toreros que, aún con público muy generoso y con el ganado impuesto por sus apoderados, debían trabajarse los trofeos, por mucho que se enfadase “El Cordobés padre” y por muchos aspavientos que hiciera desde el callejón echando al público en contra de la autoridad. Por faenas similares a las realizadas en Manzanares ninguno de los actuantes hubiera reclamado lo más mínimo en otras plazas. (JJDP)