El Ayuntamiento distingue a los ‘Manzanareños Ausentes 2024’

Fiestas patronales

El Ayuntamiento distingue a los ‘Manzanareños Ausentes 2024’

Rosa López Pacheco, Antonio Sánchez-Carnerero García-Vao y Natalia García de Mora Manrique recibían el domingo este reconocimiento

En un emotivo acto, celebrado en el Castillo de Pilas Bonas, el Ayuntamiento de Manzanares distinguió el domingo a los ‘Manzanareños Ausentes 2024’. En compañía de sus familias y amistades, Rosa López Pacheco, Antonio Sánchez-Carnerero García-Vao y Natalia García de Mora Manrique, recibieron, con gran ilusión, este reconocimiento.

Festejos
09-09-2024
Manzanareños Ausentes 2024

Con los nostálgicos y melancólicos acordes de ‘Volver’, interpretados por Rufi Cordero al violín y Sherezade Herrador al violonchelo, encargadas de poner la nota musical a la jornada, daba comienzo uno de los actos más emotivos que cada año pone en marcha el Ayuntamiento con motivo de las fiestas patronales. El reconocimiento de ‘Manzanareños Ausentes’ es un homenaje a aquellas personas que un día dejaron su Manzanares natal y que, de una manera u otra, han mantenido sus lazos con la localidad.

El acto, conducido por José Miguel Martín, distinguió, en primer lugar, a Rosa López Pacheco, propuesta por la asociación vecinal del barrio de la Divina Pastora. Nacida en Manzanares el 22 de junio de 1943, hija de Josefa y José, tuvo que abandonar su pueblo junto a su hermana mayor en dirección a Madrid por motivos laborales. Allí conoció a su marido, Mariano, con quien tuvo a sus dos hijas: Pilar y Carmen. Recién casados, pusieron rumbo a Suiza en los años sesenta en busca de fortuna. Ya en los setenta regresaron a la capital, donde tienen su residencia actual, aunque siempre que puede visita su “Manzanares del alma”. Rosa rememoraba en su discurso sus raíces, su vecindario y sus recuerdos de vida, siempre ligada al patrón de Manzanares; y se mostraba muy feliz de recibir este título.

Después de Rosa, era el turno de Antonio Sánchez-Carnerero García-Vao, distinguido a petición de la asociación vecinal del Barrio del Parque. Catalán de nacimiento y manzanareño de corazón, le precede una larga estirpe de antepasados procedentes de Manzanares. Sus padres, Miguel y Apolonia, contrajeron matrimonio en la iglesia de la Asunción a finales de 1954, para poco después emigrar a Cataluña. A pesar de haber crecido en Hospitalet de Llobregat, recuerda pasar largas temporadas en su pueblo, en casa de sus abuelos. Junto a su mujer, Fina, y su hijo, Jesús, y una vez alcanzada la jubilación tras dedicar su carrera al sector financiero, adquirió en Manzanares la que hoy es su residencia y donde, asegura “espera pasar el resto de sus días”.

La tercera y última distinguida de la mañana era Natalia García de Mora Manrique, propuesta por la familia Pérez Lara. “Manzanareña presente pese a la ausencia”, como aseguraba la semblanza escrita por su amiga, la periodista Esther Ruiz Moya, a la que dio lectura el presentador, quien, además, enumeró sus “ocho apellidos manzanareños”. Hija de Gustavo y Lucía, Natalia abandonó Manzanares a los seis años junto a su familia, rumbo a Albacete, donde reside en la actualidad. Aunque también ha vivido una larga temporada en Chicago junto a su marido, Manuel y su hija Lucía. En contra de lo que cantaba Sabina, Natalia tiene muy claro que “a los sitos donde has sido feliz, debes tratar de volver”.

El alcalde, Julián Nieva, que fue el encargado de entregar estos reconocimientos a los homenajeados, hizo una reflexión sobre los movimientos migratorios, una constante que ha marcado la historia de la humanidad, y también la de nuestro país. Así, el primer edil destacó que, en contra de aquellos discursos de odio y confrontación, debemos mirar con empatía a quienes se ven obligados a abandonar su tierra en busca de un porvenir, como también hicieron millones de españoles. Y recordó que, los inmigrantes que vienen a España “son imprescindibles para sacar el país adelante”.

Tras las palabras del alcalde, la música de ‘María la portuguesa’ ponía el broche de oro a un emotivo acto con el que Manzanares rendía homenaje a las raíces, a la memoria, al sentimiento de pertenencia y que, a pesar de la distancia, el objetivo siempre sea volver.