“La cabra o ¿quién es Sylvia?” asombró al público manzanareño

“La cabra o ¿quién es Sylvia?” asombró al público manzanareño

La puesta en escena de la obra “La cabra o ¿quién es Sylvia?”, el sábado en el Gran Teatro, fue muy aplaudida por el público manzanareño que reconoció el intenso trabajo actoral de sus intérpretes. La extraña historia de amor que vive su protagonista, José María Pou, hace reflexionar sobre la incapacidad del ser humano para ponerse en el lugar de los demás.

Cultura. Espectáculos
18-12-2007

“La cabra”, del norteamericano Edward Albee, autor de “Quién teme a Virginia Wolf”, que se representó el sábado en el Gran Teatro dentro de la programación cultural que oferta el Ayuntamiento de Manzanares para el mes de diciembre, es un drama cuyo argumento abrasa, duele y va directamente al centro del amor, los celos y los ideales.

Bajo la dirección de José María Pou, que además interpreta el papel protagonista, la obra se estructura en tres escenas y comienza presentando a Martin, un reputado arquitecto que acaba de ganar el prestigioso premio Pritzker, y a su esposa Stevie (Mercè Aránega). Los dos se divierten con diálogos ingeniosos, réplicas brillantes y bromas cómplices.

Parecen una pareja perfecta, pero el matrimonio perfecto y su vida casi perfecta empiezan a romperse en pedazos cuando Martin le confiesa a su amigo Ross (Álex García) que está locamente enamorado de Sylvia, que no es otra mujer sino una cabra. Quizá nada hubiera ocurrido si éste no le hubiera revelado el secreto a la esposa.

Es a partir de ese momento cuando todos los que forman parte del mundo de Martin, incluyendo a su hijo Billy (Juanma Lara) adolescente y homosexual, empiezan a verle como un animal, como una bestia. Se produce un intercambio de gritos, insultos, reproches y la desesperación de Martin por explicar sus sentimientos y la necesidad de ser entendido por su familia. La última escena, de una patética y descomunal soledad, es difícil de olvidar.

Con el texto de “La cabra”, Albee atrapa desde el primer momento al espectador al que hace circular por la comedia, la tragicomedia y la tragedia pura y dura. Los aspectos frívolos que surgen de tan insólita relación sentimental provocan las carcajadas del público, al que de golpe se le congela la risa. Una extraña ternura da paso a una fuerte emoción. La representación se convierte en la denuncia de una doble moral social y en una reflexión sobre los límites de la tolerancia y la incomprensión.