«Arqueología moderna en el castillo de Manzanares (Ciudad Real). La nobleza, la Casa de Borbón y las Órdenes Militares». Por don Juan de Ávila Gijón Granados, doctor en Historia. Selección
PROYECCIÓN DEL EDIFICIO DEL CASTILLO
La creación de la fortaleza a mediados del siglo XIII significó la posibilidad de repoblar la zona con un asentamiento humano estable, pese a ser zona de frontera con los dominios hispanomusulmanes, de constante amenaza por sus razias. Al tiempo se articula en la organización de reparto territorial que realizaron las Órdenes Militares, el Arzobispado de Toledo y el Reino de Castilla en la meseta sur castellana.
El paraje donde se decide edificar el castillo, cuya estructura en su mayor parte es de tapiería, presenta una altura de unos 660 metros sobre el nivel del mar; situado en la zona más alta del terreno domina desde su posición las fronteras colindantes con otras dos Órdenes Militares, Santiago y San Juan, además de la vega del río Azuer y las vías de comunicación terrestres que atraviesan el término de norte a sur y de este a oeste. Este edificio está conectado visualmente con la Torre de La Mesnera (924 m.), desde donde se podían hacer señales hacia Almagro y otras fortalezas del Campo de Calatrava con las que está vinculada desde el inicio.
La ubicación de la fortaleza en la frontera es estratégica. Situado en un cruce de caminos y cerca de un río es un refugio seguro para un contingente militar que puede utilizarlo como base para realizar una incursión hacia el sur, sobre las tierras dominadas por los hispanomusulmanes. Estos otros no deben aventurarse hacia el norte de esta línea de castillos porque sin ser sometidos primero pueden sufrir ataques desde la retaguardia, con el consiguiente desastre de la campaña bélica.
Parece claro que, una vez organizada la delimitación territorial, primero se edifica la fortaleza y a partir de esta se habita un Lugar, poblado con familias atraídas desde el norte peninsular por las nuevas tierras y las ventajas fiscales que una repoblación en un lugar de frontera suponían. El edificio recibió el nombre del paraje en donde se enclavó y en este parece que destacaba una arboleda de manzanares; tras la denominación como Castillo de Manzanares vendría el nacimiento del Lugar de Manzanares, una de las aldeas dependientes de la villa de Almagro, desde el siglo XIII hasta el inicio del XVI y que es el origen del actual poblamiento urbano.
El Castillo de Manzanares se proyecta bajo las premisas de un acondicionamiento natural y como reflejo de la sociedad que lo levanta. El edificio es un refugio artificial que cumple con una arquitectura ecológicamente responsable; esta fortaleza aprovecha las condiciones naturales del lugar tales como son la iluminación, el solamiento y la protección solar, el aislamiento térmico y la ventilación natural. El Castillo de Manzanares va más allá de un estilo de arquitectura militar, es un reflejo de una forma de vivir, de una sociedad. Por este motivo desde los primeros momentos se proyectan en su interior todos los ambientes necesarios para resistir un asedio militar, al tiempo que se prepara para recibir los tributos que los repobladores reportarían en virtud de su vasallaje y sometimiento feudal; se trata de la utilización por parte de una minoría jerárquica de una mayoría sometida como reserva fiscal y militar. La dicotomía de repoblación territorial y de seguridad militar es la clave para comprender la creación, de nueva planta, del Castillo de Manzanares. Enclavado en el extremo suroriental del Campo de Calatrava completa la normalización de estos territorios de frontera»’. Un límite político impuesto por la confrontación entre dos tipos de sociedades y culturas diferentes que llegan a enfrentarse como enemigos tradicionales. Cristianos y musulmanes unas veces se integraron en la defensa de intereses comunes y, otras, lucharon por las mismas aspiraciones de poder, el dominio del suelo hispánico. No menos importante es resaltar la carrera entre las distintas Ordenes Militares por la apropiación de los nuevos territorios conquistados, fenómeno que originó numerosas tensiones en el largo proceso de normalización de los territorios. Tanto con las diócesis castellanas como los enfrentamientos entre territorios de jurisdicción real, como Ciudad Real, y otros de Ordenes Militares, como Miguelturra.
En el desarrollo y evolución de esta pugna por el poder sobre el territorio surgirá el Castillo de Manzanares, tras el repartimiento de los territorios de la zona entre las O.O.M.M. en 1239, que supondría la realización de un edificio militar situado a una legua de camino al sudeste del Castillo de Moratalaz, fortaleza califal que había estado ligada a la Encomienda de Alhambra como uno de sus muchos parajes y que quedaría engullida por la nueva demarcación territorial, la denominada «Encomienda de Manzanares».
El edificio será el núcleo repoblador y defensor de la encomienda de Calatrava que nace de la atomización de otra santiaguista y que vigilará el buen aprovechamiento de los recursos naturales por parte de los vasallos de la Orden de Calatrava y de su jerarquía. Numerosos problemas surgen cuando el papel de seguridad que ofrece la Orden sobre los vasallos decae al no ser necesario y por tanto las relaciones feudales se desequilibran y deterioran. Con el paso de los siglos los míticos caballeros dejaron de ser guerreros defensores del territorio y sus vasallos, coinvirtiéndose en pesados cobradores de impuestos de pomposo título nombrados por el Rey, figura política que desmontó la primitiva estructura de las Órdenes en favor de la Corona. Proceso inserto en la pugna europea entre el poder temporal y espiritual, el enfrentamiento por el poder entre las monarquías europeas y Roma.